Feliz Día del Padre para todos los padres provencianos

Hoy martes día 19 de marzo se celebra el Día del Padre, y desde nuestro Excmo. Ayuntamiento queremos felicitar a todos los padres provencianos compartiendo con vosotros una idea y, al mismo tiempo, una reflexión, no siendo esta otra que la de celebrar hoy el DÍA DEL PADRE IGUALITARIO: POR LAS PATERNIDADES CORRESPONSABLES, POR LAS MASCULINIDADES CUIDADORAS.

En España se asocia esta celebración al personaje de San José, padre de Jesús de Nazaret, ensalzando su papel de padre trabajador proveedor, hasta el punto de convertirlo en el patrón de los carpinteros e incluso patrón del trabajo. Padre proveedor, patriarca, custodio de la tradición, transmisor de apellido y de herencia, padre de familia, patria potestad… todas estas palabras y significados siguen imbuidas de un lenguaje sexista y machista arraigado todavía en nuestra cultura.

La sociedad patriarcal ha otorgado tradicionalmente al hombre un lugar y funciones en la familia muy determinados: el patriarca. Es decir, quien se atribuye el poder de tomar la última decisión, quien provee los recursos materiales, quien ostenta la representación en lo público; y todo ello desde el alejamiento afectivo y desde la ausencia del espacio familiar. Esto supone grandes privilegios para el hombre, pero también pérdidas. En definitiva, la manera en que la cultura patriarcal nos enseña a ser madres y a ser padres, genera evidentes desigualdades y asimetrías en las relaciones entre mujeres y hombres.

En la reciente huelga de mujeres del 8 de marzo nos lo han dicho ellas muy claro: “Si paramos nosotras se para el mundo”. Y claro que se para, se paraliza sobre todo el engranaje de los cuidados de las personas porque los hombres no hemos dado casi ningún paso adelante para asumir esas tareas. Los tiempos que los hombres dedicamos a los cuidados son muy inferiores a los de las mujeres y esto tiene consecuencias negativas en muchas dimensiones.

Las criaturas crecen en un modelo de relaciones de género desigual que repetirán en el futuro y no se benefician del equilibrio y seguridad que dos figuras de apego positivo facilitan. Los hombres perpetuamos nuestra anestesia emocional y afectiva y acentuamos la dependencia de los cuidados de otras personas (la mujer). Y nuestra ausencia de los cuidados repercute especialmente en la mujer pues la pone en clara desventaja en el mundo laboral y la autonomía económica.

Desde la dimensión individual la decisión que cada pareja toma de cómo distribuir trabajo remunerado –productivo y trabajo no remunerado– reproductivo es libre y consciente, pero desde la dimensión social no se podrá considerar libre si sistemáticamente se repite el desigual reparto de tareas. Y es desde esta consideración desde la que se puede afirmar que la mujer queda en desventaja manifestada en una menor dedicación de tiempo al empleo, empleos de menor calidad y en menor remuneración.

Cuando la pareja tiene que reorganizar sus tiempos personales, laborales y familiares para hacerse cargo de la crianza, lo que inicialmente parecía una auténtica equidad se transforma en reparto desigual y asimétrico de tareas, tiempos y espacios de poder. Son muy pocos los padres que se plantean renunciar al trabajo remunerado pues lo perciben muy amenazante a su proyección profesional, a su identidad personal y a otros muchos privilegios. Todo esto se plasma en datos que resultan contundentes:

  • La brecha salarial entre hombres y mujeres por hora trabajada es de aproximadamente un 14 %. La mayor parte del resto de la brecha salarial (hasta el 26 %) se explica por factores relacionados con la crianza y aparece especialmente en ese momento: reducciones de jornada, excedencias, despidos, no contrataciones, ralentización de la carrera profesional, etc.
  • Según el INE, en España en el año 2016, un 26,6 % de mujeres (de 25 a 54 años) empleadas con un hijo trabaja a tiempo parcial frente al 5,7 % de hombres.
  • Las solicitudes de excedencia laboral por cuidados de menores son casi exclusivamente de las mujeres (94,5 %) y también por cuidado de otros familiares (85,2 %). Y lo mismo ocurre con la reducción de jornada (93 %) por cuidado de menores.
  • De las 10 semanas del permiso de maternidad que la madre puede transferir al padre (las otras 6 son de uso obligado para aquella) solo en el 1,8 % de los casos se ha hecho alguna transferencia.
  • Las mujeres españolas dedican al trabajo doméstico y los cuidados el doble que los hombres, a pesar de que solo dedican un 15 % menos de tiempo al trabajo remunerado (datos de la OCDE, 2016).
  • Pero es que además, el desglose del tipo de dedicación muestra que en parejas con hijos e igual tiempo de dedicación al empleo, las madres dedican al cuidado de las criaturas aproximadamente un tercio más que los hombres y a las tareas domésticas el doble que los hombres. Es decir, los hombres tenemos el privilegio de que el poco tiempo dedicado a la familia lo dedicamos a acompañar, cuidar y jugar con las criaturas y no al resto de tareas, seguramente menos gratas, pero también necesarias, como son la limpieza, ropa, cocina, etc.

 

Es imprescindible acelerar el lento paso que los hombres llevamos en este camino hacia la corresponsabilidad. Es muy alto el riesgo de caer en la autocomplacencia, en la justificación con gestos meramente simbólicos y en el sobrereconocimiento recibido por hacer un poco viniendo de la nada. Y es imprescindible por ello remover los obstáculos que se nos aparecen en este camino.

Es necesaria mucha mayor implicación de las administraciones públicas para implementar acciones, para incluir la paternidad corresponsable en los planes de igualdad y por supuesto, todo ello con asignación de presupuestos que no supongan reducción de los destinados a acciones positivas dirigidas a las mujeres.

Apostamos por un modelo socioeconómico en que la gestación y la crianza se faciliten y que no penalicen, ni a mujeres ni a hombres, pues la economía se sustenta sobre un índice mínimo de natalidad (la denominada tasa de reposición), que ahora no alcanzamos en España, y porque un sano maternaje y paternaje contribuyen sin duda al bienestar individual y colectivo, y al equilibrio y cohesión social.

La paternidad es sin duda una opción pero los cuidados de la familia, de las amistades, de las personas dependientes, de las compañeras y compañeros de trabajo, etc., son una obligación, un compromiso de todos los hombres con el bien común.

Apelamos pues al ejercicio de la paternidad y de los cuidados con el convencimiento de que los beneficios son extraordinarios para hombres y mujeres tanto en la esfera de lo personal, como de lo relacional y lo social. De tal manera que aumenta la autonomía doméstica del hombre, facilita su expresión de emociones y su capacidad de vincularse, facilita las relaciones igualitarias y de buen trato en la pareja, contribuye a cubrir las necesidades de cuidados de las criaturas y de las personas dependientes, afianza el desarrollo sano de las hijas e hijos, reduce la desigualdad de género en empleabilidad y la brecha salarial, etc.

Porque cada hombre es una revolución interior pendiente, porque la desigualdad es responsabilidad principalmente de los hombres, porque solo renunciando a los privilegios masculinos se alcanzará la equidad, por ser más felices, por el bien común…

Por las paternidades corresponsables
Por las masculinidades cuidadoras

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